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Papás adolescentes

Ante la frase: “embarazo adolescente” nos llegan a la mente imágenes de caos familiar, preocupaciones por la futura madre y el recién nacido. Y…quizá por allí perdido en el segundo plano, podemos discernir al joven futuro padre agobiado, quizá con un pie en la puerta de salida.

Los padres adolescentes (y en general la paternidad) ha figurado en las investigaciones por su ausencia, siendo un punto ciego hasta para los profesionales de la salud.  Lo cierto es que la paternidad es un elemento central en el ser padres adolescentes, es de suma relevancia pública en materia de salud,  educación, cambios socio-económicos y familiares; y es a su vez un factor clave en el panorama de la madre y del hijo. Si bien hemos tenido que poner énfasis en la madre y el hijo en aras de asegurar mejores servicios públicos, difundir la información y asegurar los derechos de las madres, el hecho de desviar la mirada ante la paternidad nos genera una gran deuda con estos adolescentes, puesto que al hacerlo,  hacemos válida la ausencia de padre y así los privamos también de la posibilidad de informarse, prevenirse, prepararse y finalmente aceptar y llevar a cabo el rol de un padre adecuadamente.

Algunos factores que podrían ser determinantes para que la vida sexual de un adolescente culmine en un embarazo, están relacionados con tendencia a conductas disruptivas y de riesgo,  el abandono de alguno de los padres (siendo el abandono paterno el más frecuente), la pérdida o enfermedad crónica de un ser querido, ser hijo de padres adolescentes, y la falta de uso y cultura sobre la prevención y los anticonceptivos. Respecto a este último punto cabe destacar  que  en la actualidad, como consecuencia de la proliferación de enfermedades de transmisión sexual y la incidencia de los embarazos adolescentes, la importancia que ha tomado la educación sexual, pone en tela de juicio si las causas del embarazo pueden ser atribuibles meramente a  la desinformación. Por todo esto, vale la pena tomar en cuenta los procesos psicológicos internos que pueden llevar al adolescente a volverse padre.

Algunos adolescentes en situaciones de riesgo, buscan inconscientemente ser padres como forma de construirse un futuro ideal “cuando sea papá seré muy organizado y exitoso” y otros lo buscan como una defensa ante la independencia y responsabilidad que supone el tránsito a la adultez, asegurando así seguir dependientes de los padres, como es el caso de los adolescentes que delegan todas las responsabilidades paternas a sus propios padres, manteniéndose ellos mismos en una relación horizontal con sus hijos. En este sentido, algunos adolescentes buscan darles un nieto a sus padres para que reparen con estos todo el daño que pudieron haber hecho con ellos como hijos.  Otra cuestión para analizar es qué tanto pueden estarse repitiendo historias familiares, y en qué medida buscan parecerse a los padres al convertirse ellos mismos en padres. 
Ligado a estas motivaciones inconscientes, tiene mucha importancia el sentido de masculinidad. Los adolescentes varones vinculan la paternidad como un elemento clave de la identidad masculina adulta. Es así como el “macho” por excelencia es  el padre de familia ante cuya presencia todos nos cuadramos de inmediato.  Varios adolescentes llegan a embarazar a la pareja como una demostración de poder y misoginia, demuestran su valía y poder masculino al someter y devaluar a la mujer “haciéndola suya” y mostrando su potencia varonil al dejarle como producto un hijo.

Para el adolescente, la verdadera noción de paternidad inicia con cuatro palabras ajenas: “creo que estoy embarazada” ante las cuales, se ocasiona inicialmente un derrumbe (en ocasiones hasta físico). En nuestra sociedad, entendemos que la paternidad debe postergarse hasta cuando las metas personales estén cumplidas,  por lo que los adolescentes viven esta paternidad como un colapso del plan de vida, dado que deben abandonar los estudios al asumirla. Este suceso implica adelantar, detener o postergar situaciones planteadas en el proyecto de vida. En este punto les caen encima todas las responsabilidades que conlleva tener un hijo y surge el pánico ante la amenaza de pérdida de la autonomía, la libertad, el plan de vida y la identidad por la que tanto y tan arduamente pelean los adolescentes. Esto detona a la vez un proceso, parecido al duelo con todas sus fases. Lo primero es negarlo, no es atípico encontrar al adolescente que en este punto deja de llamarle a la novia “porque de seguro el retraso de 20 días es porque está nerviosa”, o a aquellos que aún ante varias pruebas de embarazo positivas siguen persiguiendo una extra que cambie mágicamente el resultado. Posteriormente ponen el peso de las responsabilidades sobre la pareja, reparten culpas, y surgen sentimientos de enojo y rabia que acompañan frases como: “Pues tu sabrás que haces con él” “¿Por qué no te cuidaste?” o “Seguro ése ni es mío”. Seguido de esto, suelen surgir grandes deseos de borrar toda huella del evento, donde se presentan las fantasías de abortar, como si nada hubiera pasado. Una salida a este duelo es que ante la notificación, decidan no asumir el rol debido a que no saben cómo actuar, no tienen elementos o apoyo para asumir ese rol o simplemente no han podido elaborar el duelo y llegar a la aceptación del evento. Lo que es un hecho, es que el sentimiento de miedo se mantiene omnipresente la mayor parte del tiempo. Respecto a la dinámica familiar y el entorno del adolescente, también sufren cambios, suelen reaccionar en un principio con rechazo que transforman en aceptación con el paso del tiempo.

El reto de la paternidad en etapas prematuras es muy complicado de resolver, y  pocas parejas pueden enfrentarlo. No es raro que a varios varones la paternidad les resulte amenazante aún en la etapa adulta, y nuestra estructura y percepción cultural entorno a la paternidad permite que éstos tengan más vías de escape, pensemos en  la forma  en que la sociedad percibe a las madres que no se hacen cargo de sus hijos en comparación a los varones.  Varios adolescentes que deciden asumir el rol, con frecuencia asumen un rol de “paternidad selectiva” donde a veces apoyan en la medida de lo posible en lo económico, otras como “padres de fin de semana” donde transforman la relación con sus hijos en algo parecido a una amistad o a una relación entre hermanos, o simplemente asumiendo los derechos con los hijos, dejándoles la responsabilidad a sus parejas o a sus propios padres.  A pesar que el sistema jurídico intenta obligarlos a asumir sus obligaciones, es frecuente encontrar que no puedan cumplir al 100% éstas.

Cabe destacar que el proceso de la adolescencia funge para la búsqueda  y construcción de una identidad propia. Al ocurrir un embarazo en esta etapa, se superponen dos procesos con tareas aparentemente contradictorias: por un lado lograr la individuación y consolidación de la identidad, diferenciándose de sus padres y por otro lado está la tarea de involucrarse con el bebé, para lo que necesitará permitirse  “volver a ser niño” proceso contra el que se encontraba luchando.

Si después del primer filtro, es decir, la aceptación de la noticia, el adolescente decide asumir el rol, el resultado depende mucho de la familia y los valores de él, cuánto apoyo reciben de ambas familias y cómo se adapten todos a la nueva circunstancia. Una salida positiva puede darse cuando la pareja y el entorno favorecen que el joven padre se involucre en el proceso.  Por ejemplo, si se les apoya en el sentido educativo, se puede romper con el ciclo vicioso de dejar los estudios-conseguir un empleo mal remunerado-no encontrar un empleo por falta de cualificación. Otro ejemplo podría ser el que los padres se mantengan como figuras de autoridad aunque haya que hacer adaptaciones al estilo de vida,  permitiendo a estos chicos seguirse construyendo de acuerdo con su plan de vida, lo que a la larga puede reducir que incurran en conductas de riesgo y se constituyan como individuos íntegros y funcionales.

El desafío de la paternidad adolescente puede ser visto como una amenaza peligrosa o como una condición que brindará madurez y oportunidades. Así, éste mismo puede construir su identidad y particularmente su identidad sexual a raíz del ser padre y de ser uno comprometido e involucrado. También, el concepto de paternidad termina siendo un equivalente de responsabilidad que se entiende como la capacidad para proveer bienestar  y protección a la familia, el dar amor y ser amado, ser admirado y obedecido, y poder ser útil como modelo a seguir y como modelo familiar.


Artículo elaborado por Psic. María Montaño
Disponible en www.eldivandemaria.com

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