Cuando
Freud llevó a cabo el tratamiento de Juanito a través de su padre, buscaba el
material necesario que pudiera confirmar su teoría sobre la sexualidad infantil
y el origen de los síntomas neuróticos, tema en el cual se encontraban
dispuestos todos sus esfuerzos.
Freud
logró dos cosas con este caso: Primero se dirigió al padre en la tarea
analítica difícil de ayudar al niño a resolver su complejo de Edipo y la
angustia de castración. En segundo lugar, se permitió escuchar y guiar por el
niño, que proporcionaba información valiosa acerca de la sexualidad infantil.
Freud fue capaz de empatizar con el niño a su nivel de desarrollo y al mismo
tiempo dar un paso atrás y mirar el material desde el punto de vista de un
adulto preocupado e interesado. Tal enfoque básico es la esencia de trabajo
terapéutico con niños. (Garber, B., 2001)
Actualmente, el papel que los padres tienen en el análisis de su hijo es
crucial; por un lado podrían ser quienes permitan el tratamiento y así la
solución de los conflictos emocionales
en sus hijos, o por otro lado las principales fuentes de resistencias.
Es polémico el manejo del nivel
de participación de los padres en la psicoterapia a sus hijos, es decir, la
frecuencia de las sesiones con ellos posteriores a las primeras entrevistas de
información, el manejo de los sentimientos o emociones que surge en ellos ante
el analista y el tratamiento, la
insistencia en su solicitud de consejos y la dificultad de manejar dichas
situaciones sin interpretaciones, dado que nos son ellos nuestros pacientes.
A continuación se presenta un breve recorrido teórico sobre posturas
del papel de los padres, posteriormente algunas reflexiones sobre cómo en el
caso Juanito se mezcla la figura parental con la de “analista” y finalmente
algunas propuestas que considero las más funcionales en el
manejo de los padres.
Posturas teóricas
Cuando
Hug- Hellmuth inició la práctica del análisis de niños en 1915, introdujo
nuevas técnicas, como el dibujo y juego, que ofrece al niño una forma más fácil
de expresar sus fantasías. A pesar de que ella ayudó a desarrollar el campo de
análisis de niños, que impide su crecimiento mediante la imposición de las
siguientes restricciones: las interpretaciones deben utilizarse con moderación,
y el análisis no se debe utilizar con niños menores de ocho años. Ella creía
que el análisis de niños podrían ser sólo un éxito parcial; creía que el
análisis podría desatar los impulsos básicos del niño, robando su inocencia.
Durante el desarrollo de análisis de niños, ha habido una búsqueda de una
técnica óptima que permita a los niños a superar los obstáculos que bloquean el
camino hacia el trabajo analítico (Garber, B., 2001).
Klein
siguió los pasos de Hug- Hellmuth haciendo uso de juguetes y dibujos para
establecer la comunicación con el niño lo cual permitía expresar fantasías. En
ese sentido se amplió en la técnica de Freud establecida con el pequeño Hans,
que consistía principalmente en la verbalización. Mediante la introducción de
estos nuevos elementos en el análisis, que fue capaz de enriquecer las
producciones del niño y explorar una variedad de maneras de acceder al
inconsciente del niño. (Garber, B., 2001)
Hizo
hincapié en la vida de fantasía del niño y postuló que una neurosis de
transferencia se produce en los niños de la misma manera que lo hace en los
adultos. Ella propuso un calendario de desarrollo que no era la misma que la de
Freud, ella se centró en el desarrollo temprano del complejo de Edipo y el superyó.
(Garber, B., 2001)
Klein
no confía en los padres, espera que el
niño establezca su propia relación independiente con el analista. Klein
considera que el entorno real juega un papel secundario en comparación con la
importancia asumida por el conflicto intersubjetivo. Al hacer uso de la
transferencia y recomendando interpretaciones verbales de fantasías
inconscientes a través de la transferencia, Klein replantea una posición de
análisis de niños que esté próxima a la de la llamada psicoanálisis clásico.
(Garber, B., 2001)
Así, desde
la posición kleiniana los padres reales pasaron a ocupar un segundo plano: el
tratamiento analizará con el niño las imagos parentales internalizadas. Los
padres que llevan al hijo a tratamiento son meros portadores. Desde esta
perspectiva los padres pasan a ser una interferencia en el trabajo clínico con
el paciente. (Blinder, C.)
Anna
Freud, en su volumen seminal “El tratamiento psicoanalítico de niños” cuestionó
la capacidad del niño a asociar libremente y dudaba de la capacidad del niño
para formar una neurosis de transferencia. Defendió los procedimientos
educativos en el trabajo con los niños mediante la adición de una fase de
introducción en el proceso analítico. Ella sentía que la libre asociación puede
provocar tendencias agresivas del niño. (Blinder, C.)
Anna
Freud dependía de la opinión de los padres porque la relación del niño con los
padres persiste durante el curso del análisis. Para ella, el lugar para los
padres en un tratamiento de niños sería el de educadores de su hijo al que
deberán formar, instruir, aconsejar. En ese sentido estaba más de acuerdo con
el trabajo realizado con el pequeño Hans. Su eventual énfasis en el análisis de
las defensas de los niños también es similar al enfoque de su padre. A pesar de
que nunca se desvió de la teoría pulsional, prestó más atención que tenía su
padre para las defensas del niño y de la adaptación del niño a su entorno. (Blinder,
C.)
A.
Aberastury (2006), discípula de M. Klein y seguidora de sus ideas dice: “mi
experiencia me ha permitido hacer una serie de modificaciones; éstas se basan
en una forma de conducir y utilizar las entrevistas con los padres, que hace
posible reducir el psicoanálisis de niños a una relación bipersonal como con
los adultos”.
Ella
plantea utilizar las entrevistas iniciales para recabar información, las cuales
deben ser muy dirigidas, porque “los padres tienen la tendencia a escapar del
tema mediante confidencias sobre ellos mismos… en mi técnica me mantengo
siempre en el papel del terapeuta y sólo confío en mi labor con el niño
manteniendo aparte a los padres”. Siguiendo a Klein deja fuera del tratamiento
a los padres, sosteniendo que los cambios operados en el niño a lo largo de un análisis habrán de producir las transformaciones
necesarias en la estructura familiar. De no ser así, envía a los padres a un
tratamiento personal o a grupos de orientación para padres, campo en el cual
fue pionera.
Así
para Klein y sus seguidores, mantener entrevistas periódicas con los padres
promueve la aparición en los pacientes niños de fantasías paranoides hacia la
figura del analista, a quien en dado caso podrían considerar aliado de los
padres. Estas fantasías serían un escollo para el análisis y la solución sería
ver a los padres lo menos posible.
También
aparecen algunas fantasías persecutorias en los padres, por ello algunos
post-kleinianos, han ido permitiendo y favoreciendo estas entrevistas con los
padres, sobre todo si aparecen dichas fantasías sobre el analista o el proceso
terapéutico. Un ejemplo de ellos es Betty Garma formada dentro de la escuela
kleiniana, quien no solo escucha a este tipo de padres, sino también los incluye
en algunas sesiones.
Un cuestionamiento importante, es el manejo de dichas
fantasías, pues si bien nuestra principal herramienta es la interpretación, resulta inadecuado y agresivo el dar una interpretación a los
padres, dado que ellos no se encuentran en tratamiento. Además en ocasiones
podríamos creer tener datos suficientes para comprender su comportamiento, sin
embargo resultaría imposible pensar en una interpretación dado que ni siquiera
tendríamos la información necesaria, brindada en entrevistas y sesiones para
formular un señalamiento.
Más
aún, creo que es riesgoso no sólo para el tratamiento del niño sino para la
psique del padre, dar un señalamiento sin que exista un setting que le pudiera
dar la contención necesaria en caso de que generase un movimiento interno.
Maud
Mannoni comenta que la adaptación de la técnica a la situación particular que
representa para el adulto el aproximarse a un niño no altera el campo sobre el
cual opera el terapeuta. Este campo es el del lenguaje incluso cuando un niño
aún no habla. El discurso que rige abarca a los padres, al niño y al analista.
Se trata de un discurso colectivo constituido alrededor del síntoma que el niño
presenta. El trabajo con los pacientes en situación de dependencia pasará
entonces por lograr un efecto de descapturación, una especie de rescate a la
búsqueda de un lugar propio y, por lo tanto, de un deseo propio.
Freud
en 1933 menciona “Se demostró que el niño es un objeto muy favorable para la
terapia analítica; los éxitos son radicales y duraderos. Desde luego, es
preciso modificar en gran medida la técnica del tratamiento elaborada para
adultos… cuando los padres se erigen en portadores de la resistencia, a menudo
peligra la meta del análisis o este mismo, y por eso suele ser necesario añadir
al análisis del niño algún influjo analítico sobre sus progenitores…”. Así
Freud vislumbra a los padres como los principales causantes de que el análisis
se interrumpa o incluso que algunos tratamientos ni siquiera puedan comenzar.
El doble papel de Herbert Graf
Aunque
el caso del pequeño Hans es útil y rico, actualmente después de décadas de
investigación en el análisis de niños, se visualiza en el historial algunas
complicaciones.
Garber,
B., en 2001, menciona que Juanito en su único encuentro con Freud, fue capaz de
decir a Freud, en presencia de su padre, que éste no había sido siempre la
figura benigna y controlada que presentaba a los demás. Que esa misma mañana
había golpeado Hans, un hecho que el padre había escondido. Esta comunicación
establece que los temores del niño no eran totalmente infundados. Hans salió de
la entrevista con su autoestima elevada y con la convicción de que el profesor
estaba de su lado. Su yo se había fortalecido, y esto le ayudó a dominar su
ansiedad.
Cuando
el padre llegó a ser bloqueado en sus esfuerzos terapéuticos, Juanito sugirió
contactar al profesor. Como resultado, los padres y Juanito desarrollaron una
transferencia positiva idealizada al todopoderoso " Profesor".
(Garber, B., 2001)
Aunque
las figuras analista y padre se encuentran en este caso mezcladas entre Freud y
Herbert Graf, encuentro el fenómeno de conflicto de lealtades común en la
práctica de psicoterapia a niños. Cuando hablo de lealtades, me refiero a una
situación que va en varias direcciones:
1)
Conflicto de lealtad del padre hacia el analista: En
ocasiones los padres suelen guardar sentimientos de culpabilidad por pensar que
han educado “mal” a sus hijos, y por lo tanto mentir u ocultar información y se
presenta el conflicto ante su deseo de recuperación representada por la figura
del analista. Así la lealtad es en relación a su propio narcisismo, o hacia la
salud de sus hijos. Por ejemplo Herbert Graf, negó categóricamente que Juanito
pudiese haber presenciado escena primaria o como refiere Garber en su artículo
el haber golpeado a Juanito. Estas dos posibles mentiras a Freud, (“analista
padre”) en función de la idealización hacia Freud.
2) Conflicto de lealtad del analista hacia su paciente vs
los padres: Durante las primeras entrevistas para recabar información, pueden encontrarse mentiras u omisiones de parte de los padres
hacia el niño en relación a su historia, por ejemplo el ser adoptado. Así se
crea un conflicto en el analista, ya que aunque este debe sinceridad completa a
su paciente, si no se tiene el consenso de los padre a hablar sobre dicho
secreto, pudiera ocasionar por un lado desconfianza por parte del paciente (que
en algún nivel sabe que el analista le gurda un secreto) o desconfianza de los
padres quienes se sentirán traicionados y así podrían poner en riesgo el
tratamiento.
3) Conflicto de lealtad del paciente hacia sus padres: La
cercanía, confianza y apoyo que el niño va formando y encontrando en el
analista, pudiera hacerlo sentir que le es desleal a sus padres, hablando sobre
“aquello que no se debe”, “hablando mal de ellos”, “contándole más cosas que a
ellos”, etc. sin embargo este conflicto pudiera ser el menos complicado ya que
será a base de interpretaciones que se pueda resolver.
Considero también que este conflicto es agravado, si se
combina con la fantasía de los padres de que el vínculo estrecho entre ellos y
su hijo se verá dañado por la intervención del analista. Esta fantasía que
influye en el niño, no se podrá trabajar directamente con los padres.
En el
trabajo terapéutico con niños, se ha establecido que para que el analista de
niños pueda tener éxito, es esencial contar con una alianza terapéutica no sólo
con el niño, sino también con los padres. Freud percibió esto, y posiblemente
podría ser una de las razones por las que permitió al padre para hacer el
trabajo terapéutico. (Garber, B., 2001)
El
caso Juanito también se ha descrito como una terapia familiar porque Freud
utilizó al padre como el terapeuta primaria y también porque generaba un cambio
en el equilibrio de la familia. Así, Hans se volvió más cercano a su padre y se
formó una nueva relación con él. El padre se convirtió en su amigo y ayudante,
lo que facilita el desarrollo del yo y superyó. Esta nueva relación dio Hans la
fuerza para enfrentar y contrarrestar el comportamiento seductor de la
madre. (Garber, B., 2001)
Freud,
en su papel de supervisor y vigilante, también sirvió como un superyó auxiliar
para los padres de Hans. Él les ayudó a frenar el comportamiento
sobreestimulación que había avivado anhelos edípicos del niño pequeño. La
mayoría de los analistas de niños probablemente realizan esta función. (Garber, B., 2001)
Uno de
los posibles problemas en hacer terapia a través de los padres es que estos
pueden seguir haciendo interpretaciones al niño después de que el análisis ha
terminado. Dicha actividad parental puede llevar al resentimiento del niño y su
resistencia a este tipo de intervenciones. (Garber, B., 2001)
Hoy en
día los padres que han estado en análisis o están familiarizados con los
principios psicoanalíticos pueden hacer interpretaciones a sus hijos de una
manera indiferente. Al supervisar el tratamiento de Hans, Freud no estableció
una clara distinción entre el papel educativo de los padres y de la función
interpretativa del médico analítica. En un tiempo la educación se considera una
parte vital del proceso de análisis, sin embargo, con el tiempo se consideró
que el análisis de niños de manera óptima debe llevarse a cabo sin métodos educativos.
Aunque plausible, en teoría, en la práctica esto no siempre es posible.
(Garber, B., 2001)
Consideraciones relacionadas con los padres en el análisis de niños
Todos
los padres que tienen un niño en el psicoanálisis experimentan una serie de
preocupaciones y ansiedades naturales a pesar de sentir una sensación de alivio
de que su hijo está recibiendo ayuda. A continuación desgloso algunos fenómenos
relacionados con la figura parental del niño en análisis.
1. Sensación de estar al descubierto y la
herida narcisista.
En el
caso de los niños, el psicoanálisis en ocasiones es visto como el último
recurso cuando existe algún conflicto en el desarrollo. Los padres muchas veces
tienen una buena dosis de desconfianza debido a que en algunos casos han
intentado otras estrategias médicas o educativas sin resultado. (Von Hug- Hellmuth,
H., 1921)
Se
debe tener en cuenta un temor que necesita ser trabajado con los padres que
consultan, muy relacionado con la herida narcisista que representa reconocer
que alguna cosa no funciona bien en el hijo o con el hijo. Se trata del miedo a
ser culpabilizados en sus funciones parentales por un profesional al que le
supone un saber que los va a sancionar o a verificar todas las cosas malas que
han hecho. (Blinder, C.)
Además,
la impresión de que el análisis revela todos los errores cometidos en la
crianza del niño, a pesar de las mejores intenciones, y que el analista se
formará una idea en los asuntos íntimos
de la familia, crea en la mayoría de los padres sentimientos de desconfianza y ansiedad. (Von Hug- Hellmuth, H., 1921)
El
narcisismo de los padres explica los posibles celos que surgen en relación a la
figura del analista, experimentado especialmente por la madre, al ver a su hijo
tan cerca del analista. A este respecto, una tarea importante explicar a la
madre que la transferencia positiva es un fenómeno que pasa y que es necesario
para el éxito del análisis , y que de ninguna manera se compara o disminuye el
amor de su hijo. (Von Hug- Hellmuth, H., 1921)
2. Cuestionamientos sobre la duración del
tratamiento
Es
bastante común la expectativa de duración del tratamiento, y que los familiares
desde el inicio del tratamiento se han asentado en privado en sus propias
mentes un plazo , y esto se mantendrá, considerando posteriormente si no se
cumple este plazo mental, el tratamiento como una pérdida de tiempo y dinero .
(Von Hug- Hellmuth, H., 1921)
A
pesar de ello, esperan una "cura milagrosa ", que se deberá resolver
en algunos días los errores de los años. Los familiares se aferran a esta
expectativa, a pesar de la información muy explícita por parte del analista de
que la duración del tratamiento no puede ser fijado de antemano. (Von Hug- Hellmuth,
H., 1921)
Otra
dificultad surge de la excesiva ansiedad de los padres para promover y acelerar
el análisis por su cooperación. Las madres, en ocasiones muestran un deseo de
hacer uso de la "terapia activa”. Es difícil convencerlos de que su
trabajo se encuentra en otra dirección muy distinta y que en realidad están
serán de ayuda si muestran al niño paciencia y tolerancia durante el
tratamiento. (Von Hug- Hellmuth, H., 1921)
3. ¿Sesiones de seguimiento? La escucha de su
demanda
En las
sesiones de seguimiento es donde los padres pueden satisfacer su deseo de una
cooperación activa en el análisis, a través de respuestas a las preguntas del
analista en relación con el desarrollo físico y psíquico del niño en la primera
infancia, y estas comunicaciones lanzar una valiosa luz sobre el entorno, la
visión de la vida y el sistema educativo en el que el niño ha crecido. (Von
Hug- Hellmuth, H., 1921)
En las
entrevistas que se tienen con los padres se pueden poner de manifiesto los
conflictos de los padres como padres, atrapados en cuestiones de su propio
pasado que se actualizan en los síntomas que presenta el hijo, como un eco que
proviene de su historia y les recuerda aquello que creían superado, reprimido o
simplemente negado. (Blinder, C.)
Escuchar
analíticamente ciertas historias, es darles la oportunidad de comprenderlas,
entenderlas y resignificarlas en el nuevo contexto que es la vida de su hijo
por el que acuden a la consulta. Cuando no se brinda un lugar de escucha y de
elaboración a estos ecos del pasado de los padres, los tratamientos suelen
estancarse. Es el analista el que se resiste a ver a los padres en entrevistas,
resistencias que pueden estar
encubiertas en posturas teóricas diversas, pero que lo que se busca evitar es
el cruce de las múltiples transferencias que se despliegan. (Blinder, C.)
Isaacs
Elmhirst en 1988 citado por Baruch, G., (1997) refiere que la buena práctica
analítica del niño implica proporcionar ayuda a los padres, mientras que su
hijo está en el análisis, por medio de clínicas establecidas que ofrecen
rutinariamente orientación y apoyo a los padres. Comenta que la eficacia de
esta intervención adicional se ha demostrado en una investigación retrospectiva
de predictores del resultado del tratamiento en el Centro Anna Freud: “las
posibilidades de que el niño que queda en el tratamiento y que se benefician de
análisis se han mejorado, especialmente con las madres que presentan
dificultades relacionadas con la ansiedad que se mostraron para impedir un
tratamiento ( Fonagy & Target , 1994, citado por Baruch, G., en 1997 ) .
Dependiendo de la configuración, la orientación y el apoyo pueden ser
proporcionados por un psiquiatra, un trabajador social o reunión psicoterapeuta
tan frecuentemente como una vez a la semana.
Así,
los padres suelen reunirse con el analista del niño sólo con el fin de discutir
el progreso del niño y este contacto es menos regular. El contacto entre el
analista y los padres es limitado con el fin de preservar la confidencialidad
del tratamiento, aunque algunos analistas de niños se sienten cómodos
trabajando al mismo tiempo con el niño y los padres. (Baruch, G., 1997)
Por
otra parte, la evolución del psicoanálisis nos llevó cada vez a no valorizar en
exceso los datos que los padres podían aportarnos sobre la vida diaria del
niño. Así Aberastury decidió dar entrevista a los padres únicamente cuando el
paciente aceptaba dicho encuentro y si segar el encuentro implicaba poner en
riesgo el tratamiento. Cuando el niño, aún en el caso de ser muy pequeño,
elaboraba el conflicto, exige por sí mismo el cambio, con la ventaja de haberlo
analizado previamente. Así no se interfiere con una prohibición viciando la
situación transferencial. Esto permite a los padres adaptarse a la nueva
relación con el hijo. (Aberastury, A., 2006)
4. Solicitud de consejos
Muchos
padres en entrevistas con el analista de sus hijos buscan algún consejo que les
permita tratar determinada problemática de sus hijos, casi siempre más que un
consejo buscan una receta, que gracias al saber del analista solucione los
conflictos. (Blinder, C.)
Dar
una respuesta directa a esas preguntas, satisfacer esa demanda de forma
absoluta, representa obturar ese espacio de reflexión y escucha sobre lo que
verdaderamente le pasa al niño. No responder en absoluto esa demanda puede ser
perjudicial y promover actuaciones de los padres, posiblemente en muchos casos
al sentirse abandonados por el profesional al que están consultando. (Blinder,
C.)
Aberastury
(2006) comenta que al inicio de su práctica con niños, solía dar consejos o
directrices a los padres para que un aspecto de la dinámica familiar cambiara,
pero que con los años se dio cuenta que la mayoría de los consejos no eran
seguidos por los padres, y en los casos en los que se seguían, era por un
sometimiento masoquista a la figura del analista y no por un convencimiento
propio.
Así,
según Aberastury, el analista queda colocado en un lugar superyoico y
perseguidor del cual sólo pueden desprenderse mediante actuaciones o
interrumpiendo el tratamiento del niño.
Desde
este punto de vista, los comentarios o sugerencias del analista no hacen más
que promover en ellos un sentimiento de inferioridad respecto a él, mientras
que contratransferencialmente el analista se coloca en un lugar de competidor
inconsciente con estos padres, comenzando una lucha silenciosa para ver quién
sabe hacerlo mejor, quien es mejor padre, incrementando así los sentimientos de
envidia tanto por parte de los padres como del propio analista. Se buscaría en
todo caso abrir un espacio de reflexión elaborativa, donde ellos mismos puedan
hablar sobre un punto, escucharse y generar cambios en un marco colaborativo
con el analista. (Aberastury, A., 2006)
El
psicoanalista de niños se enfrenta con el doble problema de la transferencia
del paciente y de los padres, a veces doble y otras tantas triple. Dando
consejos o directrices, se transformaba en una figura persecutoria, y la culpa
que sentían la transformaban en agresión, dificultando así el tratamiento.
Además el aumento de la culpa los conducía a actuar peor con el hijo buscando el
castigo o la censura del analista. El conflicto se agravaba al no ser
interpretable, ya que ellos no estaban en tratamiento y los llevaba a la
interrupción del análisis. (Aberastury, A., 2006)
5. Elementos psicodinámicos que favorecen la
resistencia en los padres
Miller
en 1983 citado por Weiss, S. (1995) habla sobre el abuso psicológico de los niños,
que por lo general existe bajo la apariencia de buena crianza de los hijos. Ella
siente que como adultos experimentamos la necesidad de deshacernos lo antes
posible de que el niño dentro de nosotros y que cuando nos encontramos con esta
criatura en nuestros propios hijos surgen complicaciones en la crianza. Miller
cita muchas referencias sobre la crianza de niños donde intimidar, humillar y
el abuso físico del niño se justifica al servicio de la llamada buena crianza
de los hijos.
Si el
padre se ve amenazado por la presencia del niño y su desarrollo, y por el
resurgimiento de su propia relación ambivalente con su propio padre, entonces
la idea de la terapia para el niño se convierte en una amenaza adicional. También
ofrece la posibilidad peligrosa de interferir con las defensas de los padres.
Sin embargo, la idea de análisis o terapia es también un principio atractivo
para los padres. Ofrece la posibilidad de algún acercamiento y la restitución
entre el yo y introyecta objetos. Proporciona una oportunidad tanto de una
reelaboración de viejos conflictos y soluciones antiguas. (Weiss, S., 1995)
Muchos
padres hacen el esfuerzo inicial, llevar a sus hijos para el análisis. Muchos
tratamientos se interrumpen cuando el niño comienza a mejorar. Brodey (1965)
señala que en la situación narcisista, cuando el niño ha comenzado a mejorar,
el terapeuta conoce el peligro, el niño será retirado de tratamiento si su
enfermedad no sigue sirviendo para exteriorizar los conflictos de los padres.
Es peligroso para los padres si sus propias represiones quedan sin
representación en el síntoma del niño. (Weiss, S., 1995)
Hay
padres que han logrado un equilibrio entre el amor y el amor narcisista de
objeto para el niño. Probablemente pueden tolerar los cambios en el niño y el
posible despertar para ellos de sus propias experiencias de la infancia. Puede
que incluso les ofrecerán una oportunidad positiva para una reelaboración de su
propio pasado. (Weiss, S., 1995)
Conclusiones
Freud,
en vez de culpar a los padres por los problemas del niño, los utilizó como
aliados y socios en sus esfuerzos para ayudar a Juanito. En cualquier
tratamiento llevado a cabo con niños, es necesaria la participación de los
padres para que la terapia sea efectiva. A pesar de las dificultades que
impiden las relaciones entre los padres y los analistas, es deseable tener una
relación amable y cercana ya que esto promueve el tratamiento.
El
asesoramiento a los padres del niño en el análisis está mal visto, sin embargo, para que la terapia pueda tener éxito los padres deben recibir
algo del analista, porque finalmente son aliados en el trabajo con el niño. Los
padres también necesitan comprensión, empatía, y la certeza de que son capaces
de ser padres competentes.
Es imposible que alguien pueda analizar a su propio hijo. Esto es así no
sólo porque el niño casi nunca revela sus deseos más profundos y pensamientos,
conscientes o inconscientes a su padre o madre, también porque el analista tiene
la posibilidad de reconstruir más libertad la historia percibida por el niño
sin sentir herido su narcisismo, lo cual en los padres sería casi insoportable de
escuchar.
Un camino importante que tenemos nosotros como analistas, es el de
tratar de abordar la infancia que se despierta en nosotros cuando nos
enfrentamos a un niño en análisis. Como resultado de nuestros propios análisis
y nuestro estar más en contacto con el niño tenemos dentro, nos dará una vía de
empatía para entender al niño y su pasado.
El
análisis de los padres por otro analista no se traduce necesariamente en una
menor resistencia. Sin embargo, tenemos que formar una alianza con los padres
para que apoyen el análisis. Esa alianza es esencial, aunque también es muy
peligrosa, ya que una fuerte transferencia positiva que el padre desarrolla hacia
el analista, en un principio ayuda a apoyar el análisis del niño, pero en
última instancia, puede interferir el análisis.
La figura dominante y celosa
de los padres, puede interferir con el acceso del analista como un introyecto en
el niño. El volver la figura del analista un introyecto estable permitirá al
niño tener una alternativa en sus objetos.
En
algún nivel, tenemos que cumplir con algunas necesidades de los padres. Es
difícil valorar la intensidad de su transferencia, y no podemos analizarlo. La
forma en que tratamos de alcanzar una distancia óptima con los padres varía con
cada situación, en función de su organización y las necesidades de la
personalidad y también de nuestro propio estilo. Sin embargo determinar esta
distancia antes de que sus resistencias sean demasiado grandes, en ocasiones es
muy difícil.
- Aberastury, A., (2006). “Teoría y técnica del psicoanálisis de niños”, 1° ed, 13° reimp, Buenos Aires. Editorial Paidos Ibérica
- Baruch, G. (1997). El impacto de las intervenciones de los padres en el análisis de un 5 - Year Old Boy: Una cuenta de Clínica. International Journal of Psycho -Analysis 78: 913-926
- Blinder, C.; Knobel, J.; Siquer, M.L., (sin año) “Clínica psicoanalítica con niños”, España, Editorial Síntesis
- Garber, B. (2001). Impacto de Freud sobre el trabajo terapéutico con niños. Anual de Psicoanálisis 29: 133-143
- Mannoni, M., (2004). “El niño su enfermedad y los otros”, 1° ed, 8° reimp, Buenos Aires. Editorial, Nueva Visión.
- Mannoni, M., (2003). “La primera entrevista con el psicoanalista”, 1° ed, 9° reimp, España. Editorial Gedisa.
- Von Hug- Hellmuth, H. (1921). En la técnica de análisis de niños. International Journal of Psycho -Analysis 2: 287-305
- Weiss, S. (1995). En la resistencia al análisis de niños: Los problemas de los padres y el analista. Anual de Psicoanálisis 23: 79-91