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Los límites en los niños

Los límites son una serie de pautas y reglas que establecen los padres con sus hijos para ayudarlos a comprender mejor el mundo, la sociedad y a sí mismos. Estos son una demostración de cariño y preocupación, ya que a partir de estos le ayudamos a los niños a comprender qué cosas pueden hacerle daño y por lo tanto debe evitarlas o con qué comportamientos podría lastimar a otros. En la infancia los padres son los portavoces de los límites, pero con el tiempo estas indicaciones se irán haciendo parte de la personalidad del niño para que en el futuro ellos puedan recurrir a estas indicaciones internas y actuar en consecuencia. 

Es común confundir los límites con castigos, sin embargo es importante diferenciar que la finalidad de los límites no es el temer a las figuras de autoridad, sino que los niños puedan comprender cómo funciona el mundo y en ese sentido cómo cuidarse a sí mismos y funcionar mejor en todos los contextos, desde su escuela hasta su futuro trabajo.

Esta es una labor que inicia desde el nacimiento de un bebé, momento en el cual depende totalmente de su madre y es incapaz de proveerse a sí mismo de alimento o tranquilidad. Poco a poco la madre va entendiendo el lenguaje del bebé y ayudándolo a sentirse mejor, alimentándolo, abrazándolo o arrullándolo le ayuda a disminuir su sensación de incomodidad. Lo anterior es el mecanismo de funcionamiento de los límites; a partir de indicarle a los niños lo que se puede o no, les mostramos lo que les dará alivio y generará mayores beneficios. Por ejemplo el niño que desea en este momento un dulce porque tiene hambre, con los límites le podemos explicar que si espera hasta llegar a casa a comer, se sentirá más satisfecho.

En este sentido, los padres funcionan como traductores de las angustias en los niños, entendiendo qué es lo que sienten y dándoles una alternativa benéfica que en muchos casos incluye el no satisfacerse de la forma en que los niños creen que se sentirán mejor.

Los límites también ayudan a los niños a tolerar su frustración y a adquirir la capacidad de demora. Esto implica que puedan entender su frustración provocada por alguna incomodidad (hambre, aburrimiento, etc.) y tolerarla hasta cierto grado. Esta capacidad es fundamental, ya que en el futuro les permitirá tolerar su frustración cuando algo no funciona como ellos desearían y aprenderán a renunciar a placeres inmediatos a cambio de uno mayor si esperan.

Para que los límites sean efectivos es más acertado llamarlos consecuencias, de tal modo que puedan comprender  que a sus acciones corresponden efectos. Por ejemplo, si ensucia la consecuencia será limpiar, si insulta la consecuencia será pedir una disculpa, etc. De esta manera podrán tener en casa un modelo de la vida real, en la que por ejemplo si no trabajas, la consecuencia es perder el trabajo, no tener dinero, etc. He aquí algunas recomendaciones: 


· Congruencia: Los niños aprenden su comportamiento a través de lo que observan. Los padres son su modelo fundamental por lo que es muy importante que lo que les exijamos a nuestros hijos sea acorde a nuestro comportamiento.
· Coherencia: Las consecuencias deben corresponder en grado y significado a su acción. Por ejemplo, si no tendió su cama, no será coherente que la consecuencia sea quedarse sin tv 2 meses, pues no existe relación entre ambas cosas.
·  Firmeza: Para generar constancia, es importante que los padres puedan ser constantes y firmes en las consecuencias. Si los padres de vez en cuando cumplen las consecuencias o premios que prometen, sus niños también de vez en cuando cumplirán lo que se les pide.
·    Explicaciones: Para que los niños logren comprender el porqué de las consecuencias es muy importante explicarles el porqué. Si se les dice únicamente “porque lo digo yo” o “porque yo soy tu papá y yo mando”, únicamente generará enojo en ellos y no lograrán percatarse de que las indicaciones son para protegerlo y ayudarlo.
·         Negociar: Cuando los niños comienzan a tener la posibilidad de negociar y elegir, el poder hablar y compartir la decisión de la consecuencia a sus actos, les permitirá apropiarse de la situación y sentirse más adultos. Por ejemplo, si son niños pequeños elegir cuando podrán hacer la tarea “Puedes hacerla antes o después de ver una hora la tv, ¿qué prefieres?”. Si son más grandes podemos preguntarles qué consecuencia creen que es acorde a su acción y negociar hasta que ambas partes queden satisfechas.   
·         Generar consecuencias a su conducta, no a sus sentimientos o capacidades, pues en caso contrario afectará su autoestima y autoconcepto.
·      Siempre escuchar al niño, mirarlo a los ojos con tranquilidad y permitirle desahogarse, al final explicar nuestro punto de vista con palabras acordes a su edad.

La falta de límites o el complacer sus deseos en exceso es uno de los más graves descuidos y daños en la infancia, pues si el niño percibe que es más fuerte que los padres, es decir, que logra derribar todo límite,  no se sentirá suficientemente protegido o cuidado. 

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